Cualquier ser humano con una pizca de
introspección, se sentirá infinitas veces, como si fuera un ratón
de laboratorio.
Sentir que estamos a prueba, que no
sabemos qué es lo bueno y qué es lo malo...
Soñar con un líder que nos evite
desgracias y nos lleve hacia el paraíso por un atajo simple y sin
complicaciones.
Muchas veces, nos convertimos en una
masa uniforme, que hace todo lo que los demás hacen para conseguir
comida, sexo o diversión.
Nos llueven pruebas de las que no
tenemos ninguna idea sobre la manera de afrontarlas con éxito y
creemos que otros sí saben, al menos dicen saber y conocer el camino
hacia la felicidad sin tumbos.
Nos aterra quedarnos sólos y sin
respuestas.
Sin amor.
Nos aterra estar heridos, por dentro o
por fuera, y no tener a nadie que realmente le importe.
Nos muelen los sesos la incertidumbre
de mañana y nos tortura nuestra estúpida certeza de que seguramente
somos los únicos que no tenemos asegurado el éxito...
Somos inundados, olvidados y sacudidos,
exprimidos y disecados por una fuerza que nos centrifuga pero que no
nos libera, no, por lo menos, hasta el último día, sea cual fuere,
porque ya llegará.
Tardamos décadas en comprender que
nadie nace sabiendo, y que debemos aprender absolutamnete todo y que
el aprendizaje es personal, el placer es personal, la desilusión y
el aburrimiento son personales, y todas la decisiones que tomemos,
son particulares, individuales e “inclonables”.
Desde pequeños podemos y debemos
afrontar desafíos con las pocas herramientas que nuestra corta
experiencia nos regala.
Nadie está a salvo.
Todos, TODOS, estamos en esta vida,
intentado entender de qué se trata todo ésto.
Lo que hoy vengo a decir, es que no es
determinante la educación, ni la cultura, toda la abundancia o la
carencia, todas las aptitudes o las discapacidades, cada uno, hace su
único y ejemplar aprendizaje de vida.
Y si es exitoso o no, nadie lo puede
determinar, ni siquiera uno mismo.
Uno sólo puede elaborar y decidir,
puede evaluar y actuar, con las observaciones que va haciendo a lo
largo del camino y sentirse contento con gran parte del trayecto o
sentirse frustrado e intentar o no, cambiar los modos, la dirección
o la actividad.
Uno puede volverse sabio o volverse un
idiota y no depende del coeficiente intelectual, ni la falta de
vitaminas o estímulos, porque el ser humano, puesto en este infinito
laboratorio, tiene algo que no se le puede robar, libre albedrío.
Entonces verás que a pesar de lo
predecible, de los estudios y las tablas excel, siempre habrá
aquellos individuos fuera de serie, excepciones, líderes, quijotes,
renovadores, críticos, rebeldes, inadaptados o revoltosos que darán
portazos y nos sacudirán con sus nuevas ideas revolucionarias, toda
la tela de araña que tejimos dentro y fuera de nuestro cerebros,
para aquietar nuestras dudas, nuestros deseos imposibles, nuestras
ansias de libertad. Nuestro motor imparable de libre albedrío.
No es un asunto de generaciones, ni de
alimentación, es un asunto de coraje y persistencia.
Lo ideal sería, que todos
aprendiéramos a auto-conocernos, a valorarnos, a confiar en nuestros
criterios, desde pequeños, en un íntimo hogar que nos permitiera
sentirnos amados con todo nuestro libre albedrío a cuestas!
Lo ideal sería, probar y caerse, (como
cuando comenzamos a andar), sin temor a ser burlados, apurados, o
castigados por nuestros errores...
Pero eso sería lo ideal, y lo real,
está muy lejos de ser así.
Lo real es que los padres, no tenemos
ni idea de qué hacer con nuestros hijos, hasta que pasan varios años
y comenzamos, si de verdad hemos madurado, a tener nuestros propios
criterios de cómo criarlos, y para aquel entonces, nuestros hijos,
serán grandes y nos traerán el desafío de su propia búsqueda y
estaremos nuevamente parados, desnudos, en medio del desierto de una
nueva etapa, sin mapas y con millares de sabelotodos que quieren
venderte una solución infalible...
Yo he aprendido que las etiquetas no
sirven y que uno tiene que ir a buscar sus propias respuestas en la
profundidad de su corazón, en su honestidad, en esa verdad que está
grabada en algún lugar secreto de nuestro ser, y que no se abre con
llaves compradas en lo del cerrajero de la esquina.
Me encantaría que en las redes
sociales dejaran de aparecer todas esas fotos o post que declaman
sobre el amor incondicional maternal/paternal, o el amor de los
abuelos o el amor de tíos, maestros, perros o políticos. Porque
nada de eso es cierto, cada madre elige cómo amar, y aún puede amar
de muchas maneras diferentes a diferentes hijos, y puede ser muy
paciente con unos y abusadora con otros, lo mismo va para todos los
integrantes de la estructura social, todos tienen libre albedrío,
aún los niños, aún los ancianos, los pobres y los
multimillonarios...
Entonces si queremos hacer algo por
dejar de ser un hamster corriendo en una rueda que no lleva a ningún
lado, debemos aventurarnos a SER, sin etiquetas, a no dar nada por
sentado, a observar, y decidir y dejar de tratar de seguir haciendo
lo que todos hacen, porque así “todos lo hacen”...
Hasta ahora, mi mayor madurez, la he
alcanzado tratando de hacer de mi hogar, ese lugar donde los
integrantes se sientan amados. Y no es fácil. Porque cada uno de
nosotros tiene necesidades y expectativas diferentes. Pero es la base
para poder ser quién uno vino a ser. Y si el hogar de uno está
formado por un único integrante, uno mismo, también debe comenzar
su trabajo desde allí.
Olvídate de compartir esos post que
manipulan nuestros criterios individuales.
Hay socialistas que lo único que
comparten es el terror.
Hay fascistas que intentarán
convencerte de lo bueno que es eliminar a los que no son como
nosotros.
Hay feministas, que se burlarán de la
maternidad y expresarán su valor saliendo desnudas por las calles.
Hay machistas que ocultarán su
homosexualidad secreta.
Hay estrellas de Hollywood, que se
suicidarán o se mutilarán o se drogarán o se prostituyen.
Hay médicos que quieren ganar mucho
dinero a expensas de tu salud.
Hay terapeutas que no saben qué corno
hacer con sus propias vidas, pero te miran desde un altar auto
construído.
Hay abuelos pervertidos.
Hay madres golpeadoras.
Hay maestros incultos, saboteadores de
espíritus movedizos.
Hay científicos sobornados por su ego
parcial o por cifras de muchos dígitos.
Hay deportistas que acudieron al
doping.
Hay abogados del diablo que no buscan
justicia sino salir vencedores.
Hay, hay, y hay mucha mentira
disfrazada de “está todo bien”...
También hay mucha, muchísima gente
que hace, que construye bondad, que se interesa por sí mismo y por
el prójimo, que aprender a dar, respeta y tiene en cuenta al otro.
En estas épocas, donde no se sabe qué
es verdadero y que no lo es, lo mejor que puedes hacer por tí, por
tus amados y por la humanidad toda, es tratar de encontrar tu propia
verdad, tu propia manera de vivir tu vida, tu propio amor y tu propia
conexión con tu Divino destino.
Con todo mi cariño
Patriicia Deborah Starkloff
Lev Emet